Siete años a la mierda.
Cuando Julio se encontraba en los
inicios de sus veinticuatro años toda su vida había cambiado. Las metas, los
objetivos, la manera de ver al mundo, de pensar, de ser. Todo por el
fallecimiento de quién sería la protagonista de su etapa adolescente, joven y
adulta, Carol.
Tras siete largos y casi
perfectos años de relación, Carol murió víctima de un accidente de tránsito.
Julio evidentemente estaba destrozado, pero más que destrozado, ajeno cada vez
más a la vida. Carol se había ido, el amor de su vida, su misma vida, su muy
próxima esposa, su plan de vida, su acompañante eterna se fue a la mierda, en
un abrir y cerrar de ojos, tan injustamente.
un abrir y cerrar de ojos, tan injustamente.
No obstante, este enajenamiento
de la vida no sería tan largo. Julio comenzaría a salir con sus brothers, quienes lo ayudarían a olvidar
progresivamente los sucesos lamentables.
Al año y medio del deceso de
Carol, Julio conocería a Aurora en una feria de libros (que a estas alturas no
explicaré cómo se dio ni por qué). Julio empezó a salir al atardecer ya que en
las mañanas algo que hacer. La tentación que caracteriza sobre todo a un hombre
hizo que este no tarde mucho en enamorarse. Y a su vez, no tardó en
decepcionarse también.
Los encuentros con Aurora siempre
eran en una playa, ya que Julio, un excelente escritor y encontraba la
casi-perfección de sus relatos en el silencio y pacifismo de este lugar. De
hecho, se podría hasta decir que su centro de labores era ese lugar.
Se veían cada crepúsculo, se
sentaban y conversaban, se besaban cuando la situación lo ameritaba, y se iban,
secuencialmente, conociendo cada vez más.
No obstante, la rutina se cortó
un día, luego dos, tres y cuatro, tal vez cinco o seis días. Julio entró en una
crisis existencial “Ya me dejó esta perra, ya me dejó, se fue con otro,
¡Perra!, ¡Perra!
La única representación de vida
del lugar eran él y un hombre atractivo, que se echaba a mirar la próxima
puesta del sol y reflexionar aparentemente.
Cuando la crisis existencial y
emocional de Julio se hacía cada vez más grande, y este renegaba a la vida,
estando, como de costumbre en la playa, y también como de costumbre a no más de
cuatro metros del sujeto extraño de siempre, se le aproxima un perro y se le
pega al cuerpo, acariciándolo con sus enormes y peludas fauces. Julio, quien se
hallaba en una ira interna y profunda solo atinó a decir “¡Sal, perro de
mierda, sal carajo!”, y el perro asustado, corrió donde el otro hombre, quién,
en contraste con Julio, le extendió el brazo, y le empezó a hacer cariño y
corretear con él, riéndose hasta no parar.
Pasaron tres días más, y el perro volvía, Julio seguía repeliéndolo, y el joven seguía jugando con el perro. Julio cada vez más era la representación de la muerte (en todos los sentidos) en vida.
Al cuarto día, cuando el escritor
llega a la playa, se encuentra con el chico, abrazado de Aurora. Quedó atónito,
e irrumpió contra los dos marcando los pasos fuertemente, frunciendo el ceño y
gritando.
-¿Qué haces con este hombre
abrazada, Aurora? ¿Por qué no me buscaste nunca? ¿Cómo me puedes hacer esto a
mí que tanto te quise?
-Julio, te busqué más veces de lo
necesario. Te busqué porque quería que reflexionaras sobre lo que habías dicho.
Tú me nombraste perra, y bueno pues, en eso me convertí, en una perra. Yo lo
único que hice fue buscarte, tratar de hacer que reflexiones, ¿y que gané? Que me trates como una
cualquiera, como si por ser perra fuera menos que tú. Pero en fin, las
lecciones se aprenden, “Lo esencial es invisible a los ojos” –y sin dar más
explicaciones se retiró tomada de la mano con el chico, que si la supo valorar,
en todas sus condiciones, en todas sus formas, y nunca la despreció por su
forma física, porque al fin y al cabo, eso importa un carajo. Amor, valoración,
apreciación y respeto es aquello que es esencial, que es invisible para los
ojos.
Y Julio pensó "putamadre, que huevón" e increiblemente, esta decepción amorosa, no fue trágica (al menos no para Julio), pues aprendió a valorar el amor, y a encontrarlo posteriormente, pero eso, a nosotros ya no nos incumbe.
Y Julio pensó "putamadre, que huevón" e increiblemente, esta decepción amorosa, no fue trágica (al menos no para Julio), pues aprendió a valorar el amor, y a encontrarlo posteriormente, pero eso, a nosotros ya no nos incumbe.

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